La nueva generación que dirige «El Sistema»

Fotografía: Laura Morales Balza.

Conversación con Eduardo Méndez, director ejecutivo del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela


Desde 2008, Eduardo Méndez está al frente del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles. Aunque esta organización educativa y musical está indisolublemente vinculada a la figura de José Antonio Abreu, Méndez fue la mano derecha del maestro desde comienzos de los dos mil. Buena parte de la expansión y modernización institucional de «El Sistema» ha ocurrido durante la gestión de Eduardo Méndez.


 

Eduardo Méndez (Caracas, 1979) ha pasado casi toda su vida en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, la emblemática organización musical fundada por José Antonio Abreu en 1975.

A los cinco años de edad, Méndez comenzó a estudiar violín en uno de los núcleos de «El Sistema» y, tras más de una década de estudios musicales, a los diecisiete años entró como violinista en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, la agrupación musical más importante de El Sistema.

Además de músico, Eduardo Méndez es abogado, egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. Su perfil mixto de músico y abogado llamó la atención de José Antonio Abreu (que fue músico y economista), y en el año 2000 lo invitó a formar parte del cuerpo de gerentes de El Sistema. Gradualmente, Abreu le fue encargando al joven Méndez responsabilidades gerenciales más relevantes, como la multiplicación del número de núcleos, que Méndez aumentó de 89 a 312. Paralelamente, desde 2006 Méndez estuvo al frente de la proyección internacional de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, en los años en los que Gustavo Dudamel comenzaba a deslumbrar como director. Por esos años, Méndez se convirtió en uno de los egresados del IESA, pues estudió la especialización y la maestría en Gerencia Pública.

En 2008, José Antonio Abreu nombró a Méndez director ejecutivo de El Sistema, el máximo cargo gerencial de la organización. Cuando el maestro falleció en 2018, la Presidencia de la República ratificó en el cargo a Méndez, y en él ha continuado hasta hoy.

En 2023, Eduardo Méndez obtuvo el premio IESAalumni, un reconocimiento que el IESA otorga anualmente a sus egresados destacados. Méndez recibió este premio en la categoría Líder Social.

En la siguiente entrevista, Frank Briceño Fortique, Jean-Yves Simon, Ramón Piñango y Virgilio V. Armas conversaron con Eduardo Méndez sobre su trayectoria y sus retos como gerente de una organización educativa y musical de la magnitud de El Sistema.

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Desde 2008 eres el director ejecutivo de El Sistema de Orquestas y Coros. A cualquiera le sorprendería que siendo tan joven ocupes un cargo tan importante. ¿Desde cuándo estás vinculado con El Sistema?

Yo he estado en El Sistema casi que toda mi vida, porque a los cinco años entré a estudiar violín en uno de los núcleos de El Sistema. Pasé por todas las etapas, hasta que a los diecisiete entré por concurso en la Orquesta Simón Bolívar. Eso fue en 1996. En paralelo, yo estudiaba derecho en la Universidad Católica Andrés Bello y también estudiaba música en el conservatorio. Cuando cumplí veinte años me gradué en el conservatorio, en 1999. Al año siguiente, en el 2000, me gradué de abogado. Yo conocía al maestro Abreu y él me conocía como un músico más de la orquesta. Sabía que estudiaba algo, pero no estaba muy enterado de qué. Cuando me gradué de abogado lo fui a visitar. «Maestro, me acabo de graduar y en el escritorio de abogados en el que estoy haciendo las pasantías me ofrecieron que trabajara con ellos, pero el trabajo me choca con los ensayos de la orquesta. ¿Qué me recomienda?». El maestro Abreu me dijo: «Yo te recomiendo que te vengas a trabajar acá conmigo». Me dijo que lo pensara, que a él le interesaba que un perfil como el mío trabajase allí, porque muy pocos músicos estudiaban otras carreras o tenían otras habilidades. Y El Sistema, aunque ya era grande, no era tan grande ni tan complejo como ahora. «Aquí se va a necesitar mucha gente capaz para ayudar a crecer a El Sistema», decía. Yo le tomé la palabra, renuncié al escritorio de abogados y me vine a trabajar con él.

 

¿Cómo abogado de El Sistema?

No, más bien en la parte académica. En ese momento había un proyecto que todavía existe, pero ahora en otra dimensión, con el Banco Interamericano de Desarrollo, y era la construcción de la actual sede de El Sistema de Orquestas. En ese proyecto estaba incluido un programa de capacitación. Porque no solo se necesitaba construir el edificio, sino capacitar a los profesores que iban a dar clases en ese edificio. Entonces se firmó un convenio con la Orquesta Filarmónica de Berlín.

 

¿Cuánto duró ese proyecto?

Unos ocho años, pero yo estuve un par de años allí, porque el maestro Abreu me nombró jefe de la División Académica Nacional. ¿Qué hacía allí? Llevaba los programas del pensum académico de todos los núcleos del país: qué se enseñaba, qué no se enseñaba, etcétera.


«Hoy hay 7.812 profesores de música. Cuando yo empecé a crear la nómina nacional, había 300 profesores; miren por dónde va».


 

Es decir, gestionabas una organización educativa.

No, ni siquiera era una organización. No había estructura. Era solo un cargo ocupado por una persona. En teoría esa persona visitaba los núcleos y preguntaba: «¿Qué están enseñando». «Tal cosa». «No, tienen que enseñar esto. O, está bien, sigan así». Era una cosa un poco informal. Informal, pero chévere. En paralelo yo llevaba el proyecto con el Banco Interamericano. Luego, Pedro Álvarez, que era mi jefe, el director de los núcleos, falleció a los dos años de yo estar en el cargo académico. En ese momento yo tenía 23 años. Entonces el maestro Abreu me sorprende, porque me nombra en el cargo que era de Pedro Álvarez, cuando había una lista de por lo menos treinta personas que aspiraban a ese cargo, gente de más de cuarenta años de edad. Estuve cuatro años como director nacional de núcleos. En esos años ocurrieron muchas cosas en El Sistema: surge Gustavo Dudamel y la Orquesta Juvenil para la que trajimos los profesores de Berlín se transforma en la Orquesta Juvenil Simón Bolívar. Esa es la orquesta que empieza a salir de gira al exterior, que va a Londres, a París, a los festivales de Salzburgo.

 

¿Cuántos núcleos te tocaba gestionar?

Una de las cosas de las que el maestro Abreu me encargó fue multiplicar el número de núcleos. Cuando yo llegué había 89 núcleos y cuando salí de la dirección entregué 312 núcleos. O sea, en 25 años se habían hecho 89 núcleos y en cuatro años abrimos más de 200. ¿Qué hice yo? Me fui para todas las alcaldías a tocar la puerta. Les pedía terrenos, espacios. También creamos una estructura más centralizada, y una de las cosas que hicimos fue armar una nómina nacional. Hasta ese momento, los profesores que daban clase en esos 89 núcleos no eran empleados de El Sistema, sino que cobraban unos pagos a destajo todos los meses. Lo que hicimos fue sincerar las cosas y, al sincerarlas, le dimos a todos esos profesores sentido de pertenencia. La idea era crear un clima organizacional agradable que nos permitiera crecer.

Centro Nacional de Acción Social por la Música (Quebrada Honda, Caracas), sede principal del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles en Infantiles de Venezuela. Fotografía: Laura Morales Balza.

 

¿De cuántas personas estamos hablando?

En ese momento, de 2.100 personas, aproximadamente. La nómina de El Sistema era en ese momento de unas 200 personas: los músicos de la Simón Bolívar y el personal administrativo en Caracas, pero toda la red nacional no existía desde el punto de vista formal. Cuando creamos la nómina nacional pudimos aumentar el número de núcleos, pero también de líneas, porque entonces con la nueva estructura los núcleos tenían que estar alineados. Formalizamos el pensum y estandarizamos los procesos.

 

¿Y ahora cuántas personas integran la nómina administrativa de El Sistema, los empleados que no son músicos?

En todo el país, 1.132 personas. Estamos hablando de una red de 444 núcleos y de 2.112 escuelas públicas. Desde coordinadores hasta vigilantes, personal de limpieza… Hoy hay 7.812 profesores de música. Cuando yo empecé a crear la nómina nacional, había 300 profesores; miren por dónde va. Hemos ido creando, por un lado, empleos, pero, por otro lado, personas que se pueden encargar del crecimiento del proyecto. Aparte están los músicos profesionales, alrededor de 800 en las cuatro orquestas profesionales.

 

¿Cuántas orquestas hay en El Sistema?

En todo el país hay más de 580 orquestas, porque en cada núcleo hay orquestas, y luego están las regionales en cada estado. Hay orquestas de niños, tanto en los núcleos como en las selecciones nacionales. Luego están las orquestas profesionales, que son doce, entre las orquestas de música popular y las orquestas sinfónicas. Sinfónicas hay cuatro profesionales: la Barroca, la de Cámara, la Simón Bolívar y la Juan José Landaeta. Son orquestas que creamos recientemente. También están las orquestas de música popular, como la Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar. Incursionamos en la música popular un poco para captar más niños y jóvenes. Porque en una comunidad popular por supuesto que hay muchos niños que se pueden sentir atraídos por tocar violín para interpretar a Mozart. Pero hay otros que les gusta tocar salsa o rock. En Baruta y El Hatillo a los muchachos lo que les encanta es el rock. Pero te vas a Caripito, en el estado Monagas, y a todo el mundo le gusta tocar violín. Es una cosa muy extraña, ¿no?

 

¿Cómo es eso de que hay niños, jóvenes y adultos venezolanos que tocan música sinfónica, música de Beethoven o de Mahler? ¿Eso no es música europea?

Sí, tocan música sinfónica, no bien, sino muy bien. Venezuela es una potencia en el mundo de la música. Pero sí, mucha gente ha sugerido que eso de que toquemos música sinfónica en Venezuela es una cosa exótica. De hecho, el mismo sector cultural de Venezuela, aún todavía, insiste en el eurocentrismo de El Sistema. Lo que pasa es que se quedaron en un Sistema de hace veinte años; no conocen todo lo que ha pasado en El Sistema en estos últimos años. ¿Por qué en El Sistema tocamos música académica? Porque a mediados de los años setenta, cuando se creó El Sistema, esa era la música que conocía el maestro Abreu. La crítica del eurocentrismo de El Sistema tiene mucho que ver con desconocimiento. Porque El Sistema ha hecho una evolución gigantesca. En el concierto que dirigió Gustavo Dudamel con la Orquesta Simón Bolívar en el Festival de Edimburgo en agosto de 2023 se tocó la primera sinfonía de Mahler. Sí, pero resulta que Mahler fue la segunda parte del concierto, porque en la primera parte se tocó la Odisea para cuatro y orquesta, de Gonzalo Grau. Y la obertura fue la Guasa macabra, de Paul Desenne. Y Gonzalo Grau y Paul Desenne son venezolanos. Claro, no tocaron un pajarillo, pero, ¿quién dijo que la música venezolana es nada más el pajarillo? Gonzalo Grau, un compositor venezolano, compuso un concierto para cuatro y orquesta. Es música académica, música académica venezolana. Tú no me puedes criticar a mí por ser académico. Lo que hacen Gonzalo Grau y Paul Desenne es música nacional, lo que pasa es que no es folklore.

 

¿Cuándo se convierte El Sistema en una especie de programa social que atiende a niños de sectores populares?

En 2025 El Sistema cumple cincuenta años. Estamos hablando de un período muy largo de gestación y de desarrollo. Pero en los primeros años, cuando el maestro Abreu funda las orquestas regionales, va a las escuelas de música en las ciudades importantes y se encuentra con que allí había profesores de música y muchachos que estudiaban música. Entonces, ese proceso, ese salto, se da cuando esos alumnos que estaban en Maracay, en Barinas o en Caracas, comenzaron a enseñar a otros jóvenes o niños. Ahí es donde surge la necesidad de conseguir los instrumentos. Entonces al maestro se le mete en la cabeza que hay que buscar dinero para comprar los instrumentos. Él conocía mucha gente del medio político y empieza a buscar financiamiento para conseguir instrumentos musicales.

 

Hay una frase que se le atribuye a José Antonio Abreu: «Yo, si tengo dinero, prefiero comprar violines que computadoras para administrar El Sistema». ¿Eso es cierto?

De alguna manera, sí. No lo dijo literalmente así, pero sí, el maestro pensaba que cada centavo, todo lo que entrara, tenía que dedicarse a la música. Lo cual está bien en principio, pero yo siempre luché mucho con él para convencerlo de invertir también en la gestión, en los procesos de transparencia y control.

 

¿Y qué hace un país pobre como Venezuela gastando tantos recursos en música?

No es en música, porque lo que menos que produce El Sistema son músicos. Son futuros profesionales de cualquier otra área.

 

¿Cuántos niños estudian actualmente en El Sistema?

Actualmente hay 1.012.000 niños.

 

Dices que la mayoría no terminan siendo músicos.

No. El Sistema es como una pirámide. Hay una gran base que son los núcleos, donde están todos los niños que quieran entrar: el talentoso, el no talentoso, el niño invidente, el niño con problemas de motricidad. No existe límite para aprender a tocar un instrumento. Eso es algo que nosotros defendemos como una tesis y por el que se nos reconoce internacionalmente. El Sistema no explota el talento musical, sino el máximo de las capacidades de la gente. No importa si tú puedes llegar hasta cuarto, quinto, sexto año de violín… hasta ahí llegaste, eso es lo más que puedes dar. Bueno, pero te voy a llevar hasta allá y vas a hacer el esfuerzo y vas a tener en tu mente el concepto de excelencia.

Eduardo Méndez, fotografiado por Laura Morales Balza).

 

¿Qué otros cambios en la estructura de El Sistema te tocó hacer aparte de crear la nómina de los docentes?

Desde hace diez o doce años hemos venido modernizando los procesos y reestructurando la Fundación. Cuando yo llegué había cuatro oficinas: una oficina de administración, una de recursos humanos, la Dirección Ejecutiva (donde estaba Igor Lanz) y una dirección de servicios generales. Eso era todo. Cuando a mis 27 años termino mi gestión en la Dirección de Núcleos, se crea un cargo diferente, que de alguna manera lo propuse yo: una especie de coordinador general de los proyectos académicos musicales. Porque ya no eran solo los núcleos o solo la Orquesta Simón Bolívar; ya se había creado la nueva Orquesta Juvenil, que es la que iba a viajar al exterior. En paralelo a mis labores en Venezuela, el maestro Abreu me cargaba como un edecán para arriba y para abajo con toda la gente que venía de afuera. Yo trabajaba desde las ocho de la mañana hasta la una o dos de la mañana. Por entonces el maestro me pidió que proyectáramos en el mundo la nueva Orquesta Juvenil. Eduardo Mata, que había sido un director de orquesta muy importante, que había dirigido la Orquesta Simón Bolívar, muchos años atrás, tenía una empresa de representación de artistas en Inglaterra que manejaba la Filarmónica de Berlín y muchos músicos importantes. Me fui para Londres, hicimos el contacto, ellos vinieron y estuvieron interesados en manejar la orquesta. Ellos ya conocían a Gustavo Dudamel por el concurso que había ganado en Alemania en el 2004 y manejaban parte de su carrera. Entonces dijeron: «Vamos a armar un proyecto de expansión mundial que va a depender del Festival de Edimburgo». En esa época yo tenía que ir a Londres por lo menos cada dos meses para llevar la planificación. Planificamos imagen, planificamos bailes, planificamos estrategias de mercadeo…


«El Sistema no tuvo una evolución generacional orgánica, sino que una misma gente lo manejó por muchos años y de repente hubo una especie de corte en el que entró una generación nueva».


 

¿Estamos hablando de qué año?

2005, 2006… La primera gira fue en el 2007. Pasamos casi un año armando toda la planificación. Porque los teatros de Europa hay que buscarlos con dos años de anticipación. Yo en paralelo seguía en el trabajo aquí en Venezuela. Entonces, ese cargo mío de coordinador general de los proyectos académicos musicales vinculaba lo que se hacía en los núcleos aquí en Venezuela con la expansión internacional de la orquesta de los muchachos. Yo hacía un poquito de todo. El maestro Abreu llegó a decir en un momento en una reunión que yo era como una dirección ejecutiva paralela a la normal.

 

Con esa frase seguro que todo el mundo te detestó.

Sí, todo el mundo automáticamente me detestó. Porque había un asunto de relevo generacional. Cuando yo entro a trabajar en ese cargo, mis compañeros, todos los directores, tenían 55, 60 años, la edad del maestro. Yo tenía 21, 22. Ellos trabajaban con el maestro y tenían su manera de hacer las cosas. Cualquier cosa que yo propusiera era como antisistema, nueva, diferente, y a veces no todo el mundo ve bien los cambios. Pero se hizo y la verdad es que se avanzó. En paralelo me preocupé de elaborar los manuales de procedimiento.

 

¿Y de dónde se te ocurrió esa idea?

En parte lo aprendí en el IESA, cuando hice la especialización y, después, la maestría en Gerencia Pública. Yo entré a estudiar en el IESA en el 2004.

 

Supongamos que te vas de El Sistema. ¿Qué pasa ahí?

Hay gente que lo puede gestionar, aunque quizás todavía no está claro el liderazgo. Pero, si me voy, El Sistema no se cae, porque las estructuras están bastante consolidadas. Esa era mi principal preocupación, y, de hecho, la preocupación creo que de mucha gente afuera que no sabía lo que estábamos haciendo.


«Cuando el Estado venezolano financia a El Sistema, no financia la música académica. Financia un proyecto educativo».


 

La siguiente es una pregunta en dos etapas. ¿Hasta ese momento qué obstáculos encontraste?

Primero, la resistencia al cambio; sobre todo al cambio generacional, porque El Sistema no tuvo una evolución generacional orgánica, sino que una misma gente lo manejó por muchos años y de repente hubo una especie de corte en el que entró una generación nueva. Y no es que salieron porque los despedimos, sino porque la mayoría estaba en edad de jubilarse. Algunos también fallecieron.

 

Y ahora, ¿qué obstáculos enfrentas?

Hubo unas situaciones complejas que tuvieron que ver con la crítica a nuestro supuesto eurocentrismo. Cuando la Orquesta Juvenil comenzó a viajar al exterior, yo me transformé prácticamente en el gerente cultural que logra montar su orquesta en todos los escenarios. La orquesta estaba en un momento cumbre. Ese éxito despertó de nuevo la crítica al eurocentrismo. Porque hay una mezquindad muy importante que tiene que ver con la carrera por los recursos. Es algo que vivo todos los días. Al maestro Abreu le pasaba lo mismo. «A Abreu le dan toda la plata, y a los demás no nos dan nada. Los museos se están cayendo, el teatro no funciona, la danza está en el suelo y las orquestas tienen todo ese dinero», decían. Y el maestro respondía: «¿Y dónde están sus proyectos? Yo no los veo haciendo gestión. Yo no los veo en la fundación tal pidiendo plata o en el banco tal pidiendo colaboración, o en el ministerio esperando cuatro y cinco horas para que te reciban y puedas presentar tu propuesta. Y después insistir para que te la aprueben. Que si llama a este diputado para que te eche una mano; que si insiste con fulano. Yo no veo a ningún gerente cultural de este país haciendo eso». Así les decía el maestro Abreu.

 

Hoy ustedes disponen de menos recursos, ¿no es así? ¿Les es más difícil conseguir dinero? ¿Están haciendo algo para autofinanciarse?

Sí, nosotros tuvimos que abrirnos mucho a hacer actividades para autofinanciarnos. Obviamente, el Estado sigue siendo el principal patrocinador de El Sistema. Es una fundación del Estado y todos los sueldos y salarios los paga el Estado. Ya por ahí hay una cantidad enorme de dinero. Para funcionar, esta organización necesita más de treinta millones de dólares al mes. La reducción general de los ingresos del Estado ha hecho más difícil para nosotros meternos en la agenda de los recursos, pero no ha sido imposible. Lo vemos, se ha logrado.

Órgano tubular en la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música. Fotografía: Laura Morales Balza.

Alguien podría decir: «¿Por qué el Estado tiene que financiar la música académica? Al que le guste la música académica que la financie con sus propios medios. La persona que le gusta Shakira compra sus discos, compra entradas a sus conciertos». ¿Qué dices al respecto?

Yo creo que cuando el Estado venezolano financia a El Sistema no financia la música académica. Financia un proyecto educativo. El año pasado Gustavo Dudamel dijo algo fundamental. Fue en el Parlamento escocés, en la gira que hizo con la Simón Bolívar. Nos querían conocer un poco más, porque el Sistema Escocia existe por nosotros, nos emulan a nosotros desde hace más de veinte años. El Parlamento escocés es el que le aprueba los recursos al Sistema Escocia. Lo que dijo Dudamel en ese momento me parece genial. Dijo: «La música no puede verse como un entretenimiento. Es un proceso. A esta música se la ve como un proceso educativo, porque esta música transforma a la persona, la transforma desde adentro, transforma el ser». Ahí es donde entra el financiamiento. Aquí no se está patrocinando una red educativa que tiene un resultado.

 

¿Qué vinculación tiene esa red educativa con el sistema educativo regular? A las escuelas públicas hoy los muchachos están yendo un par de días a la semana. ¿A ustedes eso también les pasa?

No, aquí los jóvenes vienen todos los días. Eso es algo digno de estudiar. Es un misterio. Desde hace varios años tenemos un convenio con el Ministerio de Educación para aprovechar la infraestructura de las escuelas públicas para enseñar música. Obviamente, es un programa menos sofisticado que el orquestal. Y es un fenómeno, porque los niños van solo martes y jueves a su escuela a sus clases regulares, pero a las clases de música de El Sistema van lunes, martes, miércoles y jueves en la tarde.

 

Lo que cuentas parece una historia de muchos aciertos, de una carrera espectacular, tuya y de El Sistema. Pero, ¿qué errores cometiste o crees que has cometido?

Creo que el haber cerrado en algunos momentos un poco la puerta a las opiniones externas. Cuando la gente y las organizaciones que no viven el día a día de El Sistema quieren apoyar, a veces me da un poco de temor, porque pienso que van a entorpecer lo que estamos haciendo. Y creo que ha sido un error, porque cuando he abierto las puertas hemos logrado muchas cosas positivas. Si hubiésemos sido un poco más flexibles quizá hubiésemos podido acelerar procesos, sobre todo en lo que tiene que ver con nuestra pedagogía. Siempre hemos sido muy celosos con nuestro método pedagógico. Es un método que lo hicimos nosotros, el maestro Abreu; es una cosa única hecha en Venezuela, pero es un método enriquecido con múltiples conocimientos, tanto musicales como pedagógicos, de muchas instituciones de Venezuela y del mundo. Son muchas las universidades y las orquestas que han apoyado a El Sistema con profesores. Y a veces nosotros nos hemos cerrado un poco al conocimiento que nos brindan. Ya no. Eso fue una lección aprendida. Ya sabemos incorporar ese conocimiento. ¿Cuál ha sido el resultado? Un mejor método. Nuestro método evolucionó. Ya a los profesores ahora se les da más libertad para experimentar con nuevos conocimientos. Antes eso no se permitía. Nos hemos abierto a las innovaciones pedagógicas, porque hemos recibido críticas y el resultado ha sido más que positivo.


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