América Latina atómica

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Central nuclear Atucha I (Argentina).

América Latina podría aprovechar el efervescente movimiento «cero emisiones» para desarrollar su industria nuclear. Los inconvenientes más importantes son el financiamiento para construir las centrales y los largos períodos de construcción. Solo Argentina, México y Brasil poseen centrales nucleares que aportan una pequeña parte de la energía que consumen.


 

La energía atómica ha recobrado valor ante la urgencia climática. En efecto, en la vigésimo octava reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), celebrada en 2023, se declaró que es imprescindible sumar la energía atómica a los esfuerzos por mitigar los efectos negativos del cambio climático. Hay expertos que insisten en que constituye la fuente energética más limpia. Sin embargo, están claros en la necesidad de reconfigurar la seguridad, la cara fea de esta energía.

 

Energía nuclear para llegar a 2050

¿Y qué pasa con Latinoamérica? ¿Es posible que la región cumpla la meta de cero emisiones en 2050? ¿Podrá incluir masivamente la energía nuclear? ¿Existen iniciativas? ¿Quién la financiará?

Las respuestas a estas interrogantes lucen complejas, y sin duda lo son. Mirar hacia el futuro y adelantarse a los hechos en materia de energías limpias es un acto de temeridad, debido a la diversidad de variables y factores que tiene cada espacio del orbe, dicen dos expertos invitados a un nuevo capítulo de «Conectando Experiencias», a cargo del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA.

Para Rubens Yanes, candidato a doctor en la Universidad de Saskatchewan (Canadá) y estudioso de la materia, es imposible saber, a ciencia cierta, si los países alcanzarán la neutralidad climática en 2050. Latinoamérica tiene grandes ventajas con respecto a Europa y Asia, porque goza de un robusto colchón de fuentes limpias y renovables, pero las capacidades de financiamiento y el acceso a la tecnología no son las mismas.

La región ha entendido que debe ampliar su abanico de energías limpias y, a decir de Yanes, aprovechar el efervescente movimiento «cero emisiones» que ofrece muchas oportunidades para desarrollar la industria nuclear y profundizar en los programas de países como Argentina, México y Brasil, que lideran el uso de este tipo de fuente energética.

 

La electrificación de Latinoamérica es el camino

Simonetta Spavieri —responsable del área climática y directora de propiedad activa en la empresa gestora de inversiones Schroders, con sede en Londres— concuerda con Yanes al señalar que la gran fortaleza de América Latina es su amplia capacidad para generar energías limpias. Con datos en mano, señala que el 45 por ciento de la generación de energía de la región es hidráulica, ocho por ciento, eólica, y cuatro por ciento, fotovoltaica.

Pero Spavieri calcula que, para llegar a cero emisiones en 2050, la matriz eléctrica tiene que haberse expandido considerablemente, y debe hacerlo una década antes (2040), para que en 2050 se pueda electrificar todo el transporte y otros procesos. América Latina debe pasar necesariamente por un amplio proceso de electrificación, toda vez que el 36 por ciento de la demanda energética se la lleva el transporte y otro treinta por ciento lo requiere el sector industrial.

El transporte puede lograr una electrificación total. Pero, asegura Spavieri, no toda la industria puede hacerlo. Reconoce que en muchos casos se necesitarán fuentes robustas de energía y allí es donde entrará en juego la energía nuclear.

Según Spavieri, el inconveniente más importante de la energía atómica es el financiamiento. Los proyectos nucleares son muy riesgosos y eso se convierte en una gran barrera, sumada a los largos periodos de construcción de la infraestructura necesaria, que pueden oscilar en torno a diez o doce años.

Otro factor que atenta contra la energía atómica, dice la experta, es la negativa de las sociedades a aceptarla. El tema de los desechos nucleares y los riesgos de accidentes son dos factores que deben solucionarse. «Ni siquiera Francia, que tiene años haciendo reactores, ha logrado resolver de manera realmente contundente el problema que revisten los residuos nucleares», dice Spavieri.


El financiamiento para la construcción de reactores nucleares está siempre atado a los recursos del Estado. De hecho, no hay ningún reactor nuclear en el mundo sin subsidio.


Pese a las barreras y obstáculos de la energía atómica, Yanes y Spavieri aplauden su resurgimiento. Spavieri, por ejemplo, encuentra extraordinarias las innovaciones que se hacen con reactores modulares pequeños, que podrían apoyar sectores económicos con gran demanda de energía, como la minería y la industria.

Yanes añade que son reactores muy funcionales, con menor carga de combustible nuclear y con la posibilidad de transportarlos al lugar donde se necesiten si falla algún otro reactor. Explica que, tras un eventual accidente o falla importante, con bajar el interruptor se apaga el reactor, a diferencia de lo que ocurre con las estructuras de gran potencia.

 

¿Es sustentable la energía nuclear?

La respuesta, dice Rubens Yanes, no se circunscribe a Latinoamérica, sino que se extiende al mundo entero. La energía atómica viene acompañada de una gran carga de subsidios del Estado. De hecho, tiene origen en el mundo militar y se conservó la subvención para el uso civil.

Los detractores de esta energía aseguran que no es sustentable estructuralmente, lo que se convierte para Yanes en un círculo vicioso: «Las medidas de seguridad incrementan los costos y esos costos hacen que se necesite más subsidio. Una vez que se hace un poco más segura, se vuelve a pedir que sea más segura todavía y se convierte en un espiral de nunca acabar».

Pero el contraargumento es potente. Yanes advierte: «Si bien no va a ser nunca tan económica como el gas o como la energía fósil, simplemente no contamina y es la energía que nos puede sacar de este gran dilema climático».

 

La clave: financiamiento público-privado

El financiamiento para la construcción de reactores nucleares está siempre atado a los recursos del Estado. De hecho, como destaca Spavieri, no hay ningún reactor nuclear en el mundo sin subsidio. Sin embargo, la experta cree que existe interés financiero en este rubro, la cuestión es llegar a él. «En América Latina, por lo general, cualquier proyecto va a requerir capitales público y privado, pero hay que ser innovador en la estructura de financiamiento».

Yanes agrega que hay un factor fundamental que miran los inversionistas y que es la causa de muchas tensiones: «El licenciamiento que deben otorgar las agencias de control de energía nuclear y la Agencia Internacional de Energía Nuclear, una y mil veces, y a cada paso, desde que dibujas el reactor en una servilleta».


La energía atómica está viva y representará un importante porcentaje en la matriz energética del futuro.


Luego, comenta Yanes, está la industria nuclear gritando, quejándose y diciéndole a todo el mundo que se apure. Por un lado, los gobiernos dicen que sí se van a apurar y, por otro, están los ambientalistas diciendo que no se apuren, porque si en el futuro hay un problema con estos reactores va a ser culpa de todos los que los aprobaron y no los revisaron tan exhaustivamente como debían. Este es un punto importante de tensión, que puede afectar el compromiso de los capitales.

Hay mucha tela que cortar. Pero lo que está claro para estos expertos es que la energía atómica está viva y representará un importante porcentaje en la matriz energética del futuro. También están claros en que Latinoamérica tiene un largo camino por recorrer, y que las fuentes de energía limpia deben aportar la mayor proporción. En cuanto a la presión social, coinciden en que deberá mitigarse con proyectos seguros.


Érika Hidalgo López, periodista.

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